15.5.10

Un par de llamadas extrañas


Como ahora mismo no me siento muy cómodo para hablar sobre el atún seguiré posponiendo la entrada. La verdad es que no tengo muchos ánimos de nada, sólo de escuchar a Chavela Vargas y terminarme mi botella de tequila; he estado un poco deprimido. Cuando estoy así, en este estado deplorable, es cuando más pendejadas digo. Así que voy a aprovechar el raite y publicaré un pequeño texto nacido del post anterior. Ayer que llamó mi abuela, varios amigos en el mensajero me contaron sus historias con este tipo de eventos paranormales.

Sobre Overcast. También debo comentar que estoy haciendo una colaboración para la revista Ódradek, coordinada por varios amigos en Hermosillo. Se trata de un texto sobre el homenaje a Thomas Pynchon que hice el pasado ocho de mayo. Me he retrasado un poco por el trabajo, pero lo terminaré muy pronto. Espero que tengan oportunidad de leer esta nueva publicación.

Va, seleccioné dos de las historias más raras. Una de ellas es precisamente de Giselle. Me cuenta que su abuela siempre estuvo enamorada de un árbol en la entrada de su casa. Durante décadas, su esposo -el abuelo de Giselle- estaba convencido de que ese árbol no hacía más que cagar el suelo con hojas secas que barría muy frustrado cada domingo por las mañanas. El abuelo, en un acto desesperado, intentó cortar el ficus benjamina con un machete oxidado que sólo terminó por hacerse añicos con el primer golpe, cortándole un dedo y astillándole la cara con las esquirlas. De ahí en adelante, la relación, hombre naturaleza será un completo desastre. El anciano intentará derribarlo estrellando su auto con él, consiguiendo por otra parte -otra vez- salir afectado: Collarín por un par de meses y el costo de la reparación del guardafangos, el cofre y el radiador pues el seguro no cubrirá atentados ecológicos, según las cláusulas del contrato. El contrataque del árbol será más sutil y turbio. Mientras limpie el suelo, lo cagará una paloma, lo morderá una ardilla y sufrirá la lluvia mortal de cientos de hormigas. Hasta que dé por perdida la batalla. A su muerte, una semana después, la abuela llegará a su casa y encontrará el árbol talado por una compañía dedicada a eso. Dos hombres vestidos con un oberol blanco, con el logotipo de un árbol con ojos de cruz en su pecho le entregarán un formato para firmarlo. Ella preguntará: ¿Qué es esto? Pues nos deshicimos del árbol que ya no querían, responderá el más grande. Pero yo no he pedido nada, dirá la señora. El más pequeño, apuntará en las hojas, en la descripción. La mujer alcanzará a leer: Podar Ficus Benjamina en entrada de casa con el domicilio tal, bajo las órdenes específicas del sr. G. Cabrera, quien ha pagado por adelantado desde su tarjeta de crédito en la llamada telefónica hecha el día tal. Es decir, un par de días antes. Cuatro días después de muerto. Una exquisita venganza.

La otra es de Diana. Quien dice haber tenido una epifanía. Sentada en un parque, terminando una llamada telefónica con su madre, recibe la visita inesperada de un amigo suyo, quien aparece de la nada y le da un beso en la mejilla. Chismoso, interesado el curioso pregunta: ¿Con quién hablabas, eh? Ella responderá, ácida y malévola: Con mi Yo interior. Se ríen. Ella le comenta que estaría muy bien tener el número de su Yo interior para hablar sobre algunos aspectos que le interesan mucho. El amigo chismoso le dice: Podrías inventar un número, una fecha, por ejemplo, una serie de números que sean importantes para ti. Ella responde: Es cierto, sería el número tal. Éste y éste. Lo guardaré. Registra el número en su teléfono y sonríe. El muchacho pregunta: ¿No vas a marcar? Ella responde: No lo sé. Él: hazlo. Ella: ok. Marca el número. En la pantalla puede leerse: Marcando Yo interior. Responden:

-¿Bueno?
-Sí, ¿a dónde hablo?
-A RSAA. ¿A dónde querías marcar?
-No, es que encontré este número.
-Pues es una compañía de servicios.
-¿Y qué hacen ahí?
-Como su nombre lo indica, nos dedicamos a la reparación.
-¿Cómo a la reparación?
-Sí, Reparación de Sistemas y Aparatos Averiados.
-Ah, muchas gracias.

Cuelga. Piensa en su Yo interior. Su amigo le pregunta quién ha respondido. Ella sólo dice que se trata de una compañía que repara los estados de ánimo de las personas. Inmediatamente anota entre sus cosas. Llamar para pedir diagnóstico del Yo interior sin escatimar en los precios.
emerge © , All Rights Reserved. BLOG DESIGN BY Sadaf F K.